Un texto escondido en los anaqueles digitales de un museo resume lo que representó el delantero colombiano en el norte de Portugal.
Entré al museo del FC Porto por coincidencia. O por obligación. Alguna de las dos. No sé. No soy fan de los museos. Me aburren. Me duermen como los tours. Pero fui contra la corriente. Y encontré una joya empolvada. Un texto. Un pequeño texto.
Pregunté al staff. No saben. Habrá sido alguien del equipo de comunicaciones, dicen. Insistí. Volví a preguntar. Llamé. Toqué puertas. Pero no apareció nadie. El texto ya estaba escrito. Y tuve que escarbar para encontrarlo.
Lo mínimo que podía hacer, más que felicitar al autor que nunca encontré, es traducir esta joya. Traducirla y adaptarla. Para los hispanohablantes y para los que entienden lo que Radamel Falcao significó en el norte de Portugal, lo que significa para el fútbol, lo que representa en Colombia.
Este pequeño texto e Independiente, mi viejo y yo, el cuento del maestro Eduardo Sacheri me han generado ese ‘arrepio’ del que los brasileros, portugueses y todo aquel que convive con la lengua portuguesa, tanto habla.
Falcao
Matador que trajo al FC porto una corriente imparable de momentos sublimes, Radamel Falcao pasó, desafortunadamente, corriendo por el ‘Estadio do Dragão’. Dos años es poco tiempo cuando se entra en detalle y la ley del dinero que no desaprovechó el Porto, quien, por más de ver el récord de transferencias hecho trizas en esa altura, hacia el Verano de 2011, lloró la partida de uno de sus mayores ídolos relámpago de su historia.
El hecho de haber dejado las arcas llenas no mitigó el dolor de partida tan inesperada como natural: para Falcao no existía lo imposible y para el Porto fue imposible retenerlo, inclusive con una cláusula tan elevada en tiempos de extrema escasez.
Entre mil y una virtudes innumerables, sin importar el orden, Falcao se destacaba especialmente en dos vertientes o facetas: sublimaba lo trivial, con un arte de matador refinado y se entregaba a los partidos de una forma ejemplar, viviéndolos como quien no sabe si el mañana vendrá.
Esa dádiva permanente e inagotable al color que representaba rivalizaba con la calidad de sus goles, una mezcla embriagante de técnica, fuerza, insistencia y capacidad de elevación fuera de lo común, provocando una duda permanente: ¿qué se puede admirar más, los vuelos asombrosos o los goles artísticos de taquito?
Al final, valorarlo es dolorosamente fácil en la apreciación del hincha del Porto: nadie marcó tantos goles en una Liga de Europa (18). Lamentablemente la dictadura de los millones lo resumió en un paso de apenas dos años. Pero lo que esos dos años encierran es un tesoro de goles y las más elaboradas o fantasiosas preciosidades técnicas.
Un delantero perfecto en la maestría del póquer (al Villarreal) y en la impresionante cadencia de los ‘hat-trick’.
* Foto cortesía ProExport